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¡100!

¡100!

¡Ostras! ¡Ya tenemos 100 posts! Me parece alucinante. Especialmente
teniendo en cuenta mi gran ritmo de escritura. Pasemos por alto que nos
ha costado tres años escribir 100 posts, porque entonces la gesta pierde
parte de su encanto. 100 posts. De los 350 que se me han ocurrido y he
jurado: «Cuando llegue a casa lo escribo en el blog». No está mal. Es
más de un 25%.

Gracias a los que estáis ahí leyendo, porque me hacéis sentir que no estoy chalada y que no hablo sola. Gracias especialmente a las mamis de pompones que me encuentro por ahí y me dicen que les encanta el blog y que han sacado ideas para un juego o una manualidad. (Si algún día me lo dijera un papi, mi felicidad sería completa.) Gracias a los que me decís que todo está estupendo cuando sabéis perfectamente que no tengo tiempo para nada y que tengo el blog muy abandonado, pero me animáis igualmente para hacerme sentir bien. Y gracias a los que me decís: «Oye, ¿todavía no has publicado aquello que hicimos ese día? ¿No lo vas a publicar?» por ponerme presión y haber contribuido (mucho, sin duda) a que hayan llegado estos 100 posts, que si lo miramos fríamente no son nada, pero como es un número redondo alegran mucho la vista.

Vamos a intentar seguir así, tanto vosotros como yo, ¿vale? Bueno, no. Yo voy a intentar hacer los próximos cien en un poco menos de tiempo. Dos años para ser realistas. Uno si me quedo sin trabajo o los pompones deciden volver a dormir la siesta. Pero vosotros seguid ahí, por favor. Que esto es mucho más barato que un psicólogo.

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