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AMIGAS

AMIGAS

Cuando yo era adolescente, mis mejores amigos eran chicos. Me llevaba mejor con ellos, nos entendíamos bien y nos reíamos de las chicas, que eran unas histéricas, unas exageradas y unas niñatas. A mí me gustaban las pelis de terror, el rock duro, leer y los deportes, y me parecía que era más normal hablar de esas cosas con ellos. Las chicas no lo entendían. Las chicas estaban obsesionadas con el maquillaje y los grupos pop y yo era infinitamente más madura que eso, por favor.

Cuando tuve hijos, me di cuenta de por qué mis amigos habían sido chicos. Desde el primer día todo el mundo opinaba sobre lo difícil que era tener hijas y lo fácil que era tener hijos. Sobre lo maquiavélicas que eran ellas. Sobre las relaciones tóxicas que tenían. Comentaban como ellos eran más simples, pero más nobles. Como las trifulcas entre niños se olvidaban cuando el balón volvía a correr y en cambio los enfados entre niñas podían durar meses. Hasta las madres te describen a sus hijas como manipuladoras, caprichosas y rencorosas y a sus hijos como brutos sanotes que, al cabo de un rato, se han olvidado de todo.

Las cosas «de niñas», las actividades, la ropa y hasta los materiales escolares, están siempre enfocadas a gustar, a combinar colores, a estar guapas, a ser populares. Las cosas «de niños» hablan de libertad, de aventura y de llegar a lo más alto.

¿Cómo podía, de adolescente, gustarme nada que no fuera divertido, peligroso y arriesgado? ¿Cómo iba a parecerle atractivo a una chica tímida, gordita y empollona ser el centro de atención, vestirse a la última y gustarles a los demás?

Así nacen los prejuicios. Y así los perpetuamos. Creando el acuerdo tácito de que las mujeres somos malas entre nosotras, que somos amorales y capaces de traicionar a cualquiera por un hombre, por un poco de atención o por un poco de éxito. Y lo peor es que nos lo creemos nosotras mismas.

Mientras fui adolescente dije muchísimas veces que las chicas «eran tontas y superficiales». Estuve convencida de que nunca tendría amigas porque yo no era «como ellas», a mí no me gustaba hacer lo que hacían ellas y ellas nunca me iban a entender. Yo era diferente. Yo era un tío. Me gustaban los videojuegos y el fútbol y el cine negro. No escuchaba esos grupos y esos cantantes que les gustan «a ellas» y en cambio podía escuchar blues y rock’n’roll y punk hasta la saciedad. No me asustaban las palabrotas y las letras de Extremoduro me parecían románticas. Yo era uno de ellos, del clan. Y no podía estar más orgullosa.

Todo eso le pasaba a la persona que había estado enfadada media infancia porque Jorge, de Los Cinco, fingía ser un chico en lugar de luchar por los derechos de las chicas. Jorge, que hacía las cosas divertidas que Ana, que era una chica típica, no podía hacer. Jorge, que para poder ser valiente se disfrazaba de chico.

Nunca intenté entender a las chicas de mi edad. Nunca pensé que era injusto dar por sentado que eran tontas y superficiales sin conocerlas. Tenía un puñado de amigas como yo y esas éramos las guays. Pero nunca miré más allá. Y no miré porque me habían enseñado a no mirar.

La mentira

Todo en el mundo está diseñado con la mentalidad de que los hombres son simples y las mujeres somos más listas, quizá, pero más cabronas. Eva engaña a Adán. Cleopatra manipula. Lady Macbeth incita al asesinato. Las mujeres seducimos para salirnos con la nuestra, siempre desde la manipulación, desde nuestros propios intereses oscuros. Cuanto más guapas, peor, además. Y competimos por la atracción masculina. Las mujeres no podemos ser amigas porque nuestro objetivo último en la vida es ganarles a las demás mujeres. Tenemos que conseguir al chico más guapo y ser más populares, más delgadas y más hermosas. Así que no puedes ser amiga de tus competidoras.

Como nos criamos con esta idea, la perpetuamos continuamente. Las actrices y las modelos son caprichosas. Las políticas son manipuladoras. Las deportistas son histéricas. Todas las mujeres que llegan a lo más alto en sus respectivas carreras, siempre tienen una cara oscura. Da igual que hagan lo mismo que sus homólogos masculinos. En ellas no es tolerable. La ambición es buena para los hombres, pero no para las mujeres, porque deben ser modestas y conformarse. Un hombre que grita está enfadado, una mujer que grita es chabacana. Un hombre que habla de sexo es un vividor, una mujer que habla de sexo es impúdica.

Opinamos sobre la forma de hacer cualquier cosa de cualquier mujer con la más mínima exposición pública. Juzgamos rápido. Usamos palabras crueles que no usaríamos jamás con un hombre. Y nos parece bien. Porque la regla es que las mujeres nos odiamos entre nosotras. Somos malas. No somos de fiar. Las mujeres traicionamos. Las mujeres somos volubles, cambiantes, malas. La donna è mobile.

La verdad

Con el tiempo, con la edad, con la vida, por suerte, una pone las cosas en perspectiva.

Y de repente empecé a entender que mi red de seguridad, las personas a las que podía llamar para que me echaran una mano, me recogieran a un niño si yo llegaba tarde, se quedaran con mi hija a dormir, me prestaran algo o simplemente me aguantaran en el momento que tenía ganas de mandarlo todo a la mierda y echarme a llorar, eran en general, mujeres.

Mujeres que me entienden, que me apoyan, que me escuchan, que me dejan llorar, que me echan una mano, que rara vez tienen un no para darme. Mujeres con las que a veces no comparto nada, que es la mayor lección que me he llevado en mi vida. Tengo amigas maravillosas con las que puedo contar y que harían cualquier cosa por mí que no tienen nada que ver conmigo. Mujeres a las que yo habría despreciado en el instituto porque les gustan cantantes pop y ven cine romántico.

Compramos ese discurso espantoso, criticamos a otras mujeres, pensamos que no somos de fiar. (Cuántas veces habré oído eso de «No, si yo de mi marido me fío, es de las mujeres de las que no me fío».) Y eso nos hace ser malas entre nosotras, porque es lo que se espera. Porque está permitido. Porque es lo normal. «Una mujer resentida es lo peor que hay, ten cuidado».

Hablaba el otro día con Soraya, que es una de esas mujeres con las que sé que puedo contar, y discutíamos sobre si hay mujeres malas. Y supongo que las habrá, hay malas personas, en general. Pero creo que muchas de las maldades que nos hacemos entre las mujeres son culpa de lo que nos enseñan desde pequeñas. Son culpa de que nos dicen y nos repiten hasta el infinito y más allá: que nuestras relaciones son tóxicas, que entre chicas siempre hay problemas, que nuestras amistades no duran, que somos inestables, que no se puede confiar en nosotras. Porque nos lo creemos.

Y cuando te crees una cosa así, no te fías de otras mujeres. Y a la mínima que meten la pata, estás en guardia. Porque sabes que las mujeres somos malas y engañamos y manipulamos. Y no quieres que te pase. Así que cualquier represalia que tomes está justificada, sencillamente te estás preparando para lo que viene. Has entendido que la mejor defensa es un buen ataque y no piensas quedarte de brazos cruzados esperando que esa mujer te fastidie la vida. Y acabas portándote mal tú. Pero sin sentirte culpable, porque es que así somos las mujeres.

Las mujeres nos merecemos lo que nos pase. El acoso sexual que sufrimos es porque nos vestimos de determinada manera (provocamos, manipulamos y los hombres son simples), porque vamos por determinada zona. Todo lo que nos pasa nos lo buscamos porque somos el pecado original. Y somos incapaces de perdonarnos a nosotras mismas ni a las demás.

Pero necesitamos, no solo perdonarnos, sino saber que no hay nada de malo en nosotras. Que las generalizaciones horribles que hacía mi yo adolescente sobre las chicas son una idiotez y no responden a absolutamente ninguna realidad. Esas ideas existen porque las repetimos. Y cuanto más las repitamos, más tiempo existirán.

Amigas

Por eso ahora tengo amigas. Un millón de amigas. Tres mil millones de amigas. Tengo amigas a las que no conozco, que son actrices y a las que defiendo cuando alguien dice que algo malo tienen que tener cuando un novio no les dura ni un año. Tengo amigas deportistas de élite por las que me parto la cara cuando alguien dice que siendo tan buena «es bollera, fijo» o que es una puta histérica cuando se queja de algo. Tengo amigas políticas a las que apoyo en su ambición. Tengo amigas modelos que lo pasan mal cuando las hipersexualizan o se aprovechan de ellas. Tengo amigas escritoras y científicas, amigas cantantes y profesoras. Amigas de todo tipo a las que nunca más voy a despreciar por nada, aunque pueda no gustarme lo que hacen, aunque esté profundamente en contra de lo que dicen.

Y tengo un montón de amigas cercanas, a las que sí conozco, a las que respeto y admiro por lo que son. He entendido por fin que yo no estoy compitiendo con nadie y que tener gustos diferentes no tiene nada que ver con nada, en realidad. He aprendido que a las chicas les puede gustar lo que les dé la gana y el tiempo me ha puesto en mi sitio haciendo que me encanten las tareas domésticas.

Pero lo más importante que he aprendido es que las mujeres podemos ser amigas maravillosas de otras mujeres. Podemos defenderlas, apoyarlas y ser su red de seguridad. Podemos hacer todo eso con mujeres que conocemos y, mucho más importante, con mujeres a las que no conocemos. Somos comprensivas, compasivas y empáticas. Tenemos la capacidad de conectar con cualquier mujer del mundo, entenderla y apoyarla. Las mujeres somos eso.

Ya no permito que me digan que tener niñas es peor que tener niños porque los niños son más fáciles y más nobles. Las niñas no son manipuladoras. Tú las haces manipuladoras cuando es lo que esperas de ellas. Tú refuerzas ese comportamiento. Cuando no esperas eso, las niñas simplemente no son así.

He decidido ser una aliada, ser el hombro en el que se pueden apoyar todas las mujeres. He decidido ser una buena amiga. Y una buena amiga no te da carta blanca, claro, te puede decir si aquí te equivocas o si algo no le parece bien, pero una buena amiga no te juzga, una buena amiga no te critica. Una buena amiga te escucha y una buena amiga intenta empatizar contigo.

Elijo eso, elijo la sororidad, escojo creer, escojo apoyar. Me parece infinitamente más bonito que pensar que las mujeres no sabemos ser amigas, que no sabemos apoyarnos. Aquí me tienes si me necesitas.

21 Comments
  • Ana Bellotas
    Posted at 10:18h, 16 septiembre Responder

    Muchas gracias por tu post, es precioso y muy de acuerdo con lo que dices.

    Ahora bien, mujeres tóxicas-manipuladoras y narcisistas que lo único que hacen con palillos es ir alrededor de las personas para robarles sus ideas y sus negocios también las hay. Por ejemplo, deberías oír alguno de los audios que hay circulando y cómo alguna habla de las personas del sector.

    Qué bien que te vaya tan padre pero por favor tampoco generalices que a ti pueden estar ayudándote mientras a la vez a otras les mete la cabeza en barro y puede ser la misma persona o no. Nunca se acaba de conocer a nadie.

    Ayudarnos entre mujeres también es ser sincera con lo bueno y lo malo de todas, no? Todo mi apoyo y mi cariño para ti. Bendiciones

    • Paula
      Posted at 10:23h, 16 septiembre Responder

      Sí, sí, no digo que no haya gente, en general, tóxica y manipuladora, claro que la hay, en todas partes. Me niego en redondo a creer que el problema es de las mujeres y sé que mucha gente manipuladora lo es porque la han criado así.
      No es que a mí me vaya bien y todo el mundo me ayude, es que elijo deliberadamente no fijarme en la gente tóxica y concentrarme en la gente buena. Y echar una mano a la gente a la que pueda echarle una mano.
      Y sí, evidentemente, lo primero es ser sincera! Lo que digo es que te puede no gustar como alguien hace las cosas o pensar que directamente las hace mal, pero no porque es una mujer y las mujeres «somos así», sino porque en todas partes hay gente de todo tipo.
      ¡Un beso!

  • Susana
    Posted at 10:41h, 16 septiembre Responder

    Aihhh Paula, cuanta razón tienes en que hay estigma con todo lo relacionado con el sexo femenino y sus relaciones. Yo nunca fui de las de rock duro ni jugar al fútbol, siempre presumida, rodeada de otras chicas y mujeres maravillosas que me hicieron ver el amor entre nosotras desde pequeña y me ayudaron en mi crecimiento personal y amoroso para con tod@s. Simplemente tuve suerte. Tengo grandes amigas, cercanas, lejanas, a las que veo todos los días o 1 vez al año pero siempre, siempre sé que están a mi lado para lo que necesite. Es precioso el descubrimiento del amor de los demás sean del sexo que sean.

    • Paula
      Posted at 11:07h, 16 septiembre Responder

      Yo de pequeña también tuve muchas amigas, pero con el tiempo me creí lo que nos dicen, que entre nosotras nos llevamos mal. Y el tiempo me ha demostrado que no es así, que a mi alrededor hay un montón de mujeres maravillosas a las que tengo que admirar, respetar y, sobre todo, querer mucho. Y tú eres una de ellas, mi niña <3

  • Mariló
    Posted at 10:52h, 16 septiembre Responder

    Que bién escribes, jodía 😘

    • Paula
      Posted at 11:12h, 16 septiembre Responder

      Ay, gracias. Qué suerte tener mujeres como tú en mi vida, ya te lo digo.

  • Guna
    Posted at 11:07h, 16 septiembre Responder

    Paula,
    Muy bueno post. Estoy muy alegre que alguien más lo piensa y además lo escriba.
    Lo de las “niñas manipuladoras”, no lo he oído nunca el Letonia, en mi país. A lo mejor porque las niñas las he tenido en España. Pero a lo mejor por diferencias culturales. Aquí las mujeres siempre cuidan de sus padres, sobre todo las solteras. Los hombres no, porque son hombres y no les corresponda. 😂

    • Paula
      Posted at 11:14h, 16 septiembre Responder

      Buf, yo en todas las conversaciones que tengo con otras madres tengo que escucharlo. Que las niñas son más «mierdosas», que se enfadan, que montan escándalos, que se ponen histéricas por nada. Y me cabrea mucho. Y bueno, lo de cuidar a los padres o hacer la tarea de la casa lo hablamos otro día… ¡Un beso!

      • Dpj
        Posted at 00:43h, 18 septiembre Responder

        Es curioso que comenté Guna que en Letonia no es así.
        Recuerdo la primera vez que oí a unas madres hablar en Madrid de los difíciles que eran las niñas y los simples que eran los niños. Después, en Inglaterra, oí a madres decir lo contrario, que los niños son unos brutos y siempre se están peleando y son más cabezotas, pero las niñas son más obedientes y dóciles.
        Llevo unos años pensando por qué se produce esta diferencia de percepción y se me ocurre que quizás las niñas de uno u otro país se limitan a copiar el comportamiento de sus madres.

        • Paula
          Posted at 10:45h, 21 septiembre Responder

          Totalmente. Somos el reflejo de lo que es nuestra sociedad. Pero fíjate que en Inglaterra usan «obedientes» y «dóciles» que también son esos atributos que se esperan de una mujer. La cuestión es meternos (a todos, a ellos también) en una caja con un montón de etiquetas deseables y hacer sentirse mal a los que no caben en la caja precisamente por eso. Y me cabrea mucho.

  • Elizabeth Gómez
    Posted at 11:57h, 16 septiembre Responder

    Paula, que lindo e inspirador mensaje. Es maravilloso esta reconciliación que tenemos con el ser mujer, también sentí por mucho tiempo que no calzaba con el estereotipo de lo que una niña debía ser, ahora entiendo que cada mujer es única y maravillosa. Creo que el tiempo, el hecho de convertirme en madre, el perder los miedos y las rabias con las que crecimos nos ayuda a reconciliarnos con nosotras mismas. Después cuando empiezas a ver a tu alrededor y a reconocerte en las demás se produce la magia, es lindo pertenecer. Me gusta pensar que eres mi amiga y hacerte saber que tu mensaje es muy bien recibido en distintas partes del mundo. Un abrazo, Elizabeth.

    • Paula
      Posted at 09:31h, 17 septiembre Responder

      Exactamente eso. Con el tiempo te das cuenta de que lo que odiabas no era ser mujer, sino lo que te imponen que debe ser una mujer. Y también ves que llevas mucho tiempo dando tumbos sin ser de ningún sitio, pero que en realidad sí que tienes tu sitio, que te lo habían robado con un montón de ideas preconcebidas falsas. Y te das cuenta de que hay más mujeres como tú, que en realidad todas las mujeres creemos que no encajamos del todo porque no somos la mujer perfecta. Y ahí sí que ya te sientes en paz contigo y muy cercana a todas las demás, porque pasamos por lo mismo. Claro que somos amigas 🙂 ¡Un beso!

  • Sabrina
    Posted at 07:57h, 17 septiembre Responder

    Vaya tela estoy llorando no sabes tú lo bonito de lo que acabas de escribir es tan real tan educativo no se como decirlo… es tan sencillo yo de pequeña y más creciendo estuve en el grupo “yo no soy como ellas” no me gusta el shopping ni pintarme ni ir a la pelu yo veo a titanic en el cine y me parto de risa durante 1 hora 😂😂😂 vaya chica rara … yo hablo con los hombres y cuando les digo nadie pertenece a nadie me miran y suelen decirme “tu tienes un neurona de hombre implantado” el reflejo todo es cuestión de reflejo …. 😍🥰😘 gracias por este momentázo de lectura

    • Paula
      Posted at 09:32h, 17 septiembre Responder

      Sí, a mí también me decían: «Si es que eres como un chico». O «Contigo sí que se puede hablar». Y yo me sentía orgullosa y ahora me da mucha pena. Qué rabia que no nos enseñen a ser compañeras y solidarias entre nosotras. Suerte que el tiempo nos da perspectiva y que podemos ayudar a las generaciones más jóvenes a entenderlo. ¡Besazo!

  • adelius
    Posted at 09:25h, 17 septiembre Responder

    Yo también elijo la sororidad.
    Pero cuando una mujer me manipula, intenta competir conmigo, me traiciona… en definitiva cuando me topo con un mal bicho y es mujer, me duele infinitamente más, porque al disgusto de esa actitud se une el resquemor de que está ajustándose a los prejuicios de lo que se supone que todas somos. No creo que seamos ni mejores ni peores ni en que haya cualidades o defectos ligados a uno u otro sexo.
    Personalmente nunca he distinguido por sexo a la hora de elegir amistades, pero reconozco que mi red de seguridad es femenina, y que es imprescindible apoyarnos unas a otras porque por desgracia, seguimos necesitándolo más.

    • Paula
      Posted at 10:03h, 17 septiembre Responder

      Pues mira, a mí lo que me pasa cuando una mujer me manipula, compite, me traiciona… es que intento ver lo que pasaría si el que tuviera esa actitud fuera un hombre. No se suele decir de ellos que son manipuladores. Si hacen lo mismo son «vividores», «balas perdidas», «competitivos» y «ambiciosos». En general, ¿eh? Yo soy como tú y considero que cabrones hay en todas partes, da igual el sexo, el género, la nacionalidad y el color de pelo. Pero creo que se maximiza el mal bicho femenino y se minimiza el masculino. Si es la mujer la que hace algo malo es mala de base, si es un hombre, es que ya sabemos todos que es un poco suyo o ha tenido una enajenación transitoria, que le puede pasar a todo el mundo.
      Y claro que me fastidia que haya mujeres que cumplan con todos los prejuicios sobre nosotras, pero muchas veces pienso que es muy difícil ser impermeable a eso, no entrar al trapo. Si desde pequeña te preparan para desconfiar de las demás, para saber que esto es una especie de Inmortales en los que solo puede quedar una… pues creo que es más fácil que una mujer acabe haciendo las cosas que todo el mundo espera que haga. Así que, aunque me duela y me cabree y sienta ese resquemor que tú dices, intento respirar hondo y dejar de pensar en ella. Sin más.
      No soy un ser de luz que esté por encima del bien y del mal y muchas veces meto la pata o me cuesta perdonar, pero cada vez más intento pensar en lo que ha pasado, analizar lo que me han hecho y perdonar o pasar página. Me cuesta un mundo porque tengo la mecha corta 🙂 pero sí que creo que es la mejor manera de evitar que estas cosas me afecten y de acabar cayendo en la trampa de todos los prejuicios que hay contra nosotras.
      ¡Un beso!

  • Miguel
    Posted at 07:21h, 18 septiembre Responder

    Me encanta el artículo, tan bien escrito que es como deslizarse por él. Ojalá llegue el día en que se derriben los prejuicios de género desde pequeñitos (y lo que queda aún…) y podamos defender y cuidar a cualquier persona, huyendo de la mezquindad de asumir que los humanos somos malos por naturaleza. Quizás el efecto Pigmalion también es parte de lo que comentas en tu artículo, y del mal que asola a la humanidad: películas y marketing que ensalza la lucha, el enfrentamiento y el pisar a los demás… Y acabamos con esa cultura de que lo que mola es ser un cabrón, o una cabrona…
    Un beso 🙂

    • Paula
      Posted at 10:47h, 21 septiembre Responder

      Muchas gracias 🙂 Pues sí. Y no escribo sobre lo que se espera de los hombres, pero ahí también hay un buen melón. La cuestión es etiquetar y generalizar. Y eso creo un montón de frustraciones y hace que no seamos buena gente entre nosotros, porque tenemos una coartada social. Es también lo que hace el racismo y lo que hace el clasismo… En fin, temas para un par de cervezas y unas cuantas horas. ¡Un beso!

  • Lucía Morán
    Posted at 14:35h, 18 septiembre Responder

    ¡Qué bien escribes! (Que sepas que “la otra” que yo considero que escribe bien, es Almudena Grandes) 😉

    • Paula
      Posted at 10:47h, 21 septiembre Responder

      Jo, menudo piropazo 🙂 Me encanta Almudena como escritora, pero creo que incluso más como mujer!

  • Mònica
    Posted at 13:12h, 06 octubre Responder

    Paula. Encara no havia tingut la oportunitat de llegir-te. Estic totalment d’acord amb tu però mai hauria sigut capaç d’explicar-ho d’aquesta maner, tan bonica, tan ben argumentat.
    M’encanta!
    M

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