Welcome

We are creative.

Follow us

Soy feminista

Soy feminista

Que no, no se me ha ido la olla del todo y estoy esperando que vengan a llevarme al frenopático. O a lo mejor sí. Pero lo que quiero contaros hoy es que durante estas vacaciones he leído (o más bien devorado) el libro de Caitlin Moran «Cómo ser mujer». Y no puedo recomendarlo con más ganas ni con más vehemencia.

Es uno de los títulos que se van directamente a la lista de libros que voy a regalarle a la pompona cuando llegue a la adolescencia. Un libro que hay que leer y releer para reírse y para pensar en el lugar que se nos ha otorgado a las mujeres en nuestra sociedad. Y para patalear.

Debo admitir que no estoy de acuerdo al 100% con todo lo que dice el libro. Por ejemplo, el capítulo sobre los iconos pop de las nuevas generaciones y su influencia sobre las adolescentes no me convence. Pero creo que es importante que alguien hable y discuta y se encienda sobre estos temas. Porque al fin y al cabo, gran parte de lo que nos pasa a las mujeres en esta época está permitido y alentado por otras mujeres, en general sin darse cuenta.

Caitlin Moran no tiene pelos en la lengua y eso también me gusta mucho. No es una lectura apta para todos los públicos y hay palabrotas, frases explícitas y mucha discusión sobre sexualidad. Personalmente creo que por algún extraño motivo a las mujeres se nos ha estafado esa parte de nuestra vida y se nos obliga a ser seres «decentes» que no discuten de ciertas cosas. No es que yo tenga ganas de ir hablando de sexo todo el día, soy bastante pudorosa y no es un tema que suela abordar en mis conversaciones, pero creo que nos iría a todas mucho mejor si no existiese tanto tabú alrededor de un tema tan natural y tan intrínseco a nuestra biología.

Pero apenas es uno de los que discute en el libro, que está montado como una biografía y repasa los momentos más chocantes de cualquier adolescente que pase a ser mujer: la llegada de la regla y del vello, el peso, el pecho, el machismo, el amor… hasta llegar a los momentos que también se supone que definen nuestras vidas: la boda, los hijos, el trabajo… Todos los capítulos recogen uno de esos elementos definitorios que forman nuestra percepción de lo que es ser mujer. Y para ser sinceros, lo que la gente cree que es ser mujer es horroroso.

Dice la autora que nos subamos a un taburete y gritemos muy fuerte «Soy feminista» y es lo que estoy haciendo aquí, desde mi taburete virtual, que me permite decir lo que quiero cuando quiero. Soy feminista, chicos, muy feminista y cada vez más. Porque, repasemos, feminismo es:

No es pensar que las mujeres somos superiores a los hombres (que por otro lado es una tontería) ni es reclamar que las mujeres dominen el mundo (aunque sería divertido ;^)) sino simplemente exigir que se nos trate a todos igual, que se nos ofrezcan las mismas oportunidades y que tengamos igualdad de derechos, no sobre el papel, sino en la realidad.

Lo triste de todo esto es que tengamos que pasar una adolescencia como mínimo extraña y una juventud llena de momentos incómodos para poder llegar, en el mejor de los casos a un momento en el que una se siente a gusto con una misma y puede decir, sin temor a equivocarse ni a represalias ni a nada: Soy feminista.

No quiero que la pompona pase por lo que he pasado yo, por años de sentirse mal con su cuerpo y creer que no es femenina o que no hace las cosas bien o que no es una chica como debería ser porque no cabe en los pantalones que están de moda, no le gusta maquillarse y le gustan el fútbol y la música punk. No quiero que pase por la vida pidiendo disculpas, que es lo que hacemos la mayor parte de las mujeres.

Soy feminista, chicas. Creo que las mujeres podemos aportar más de lo que aportamos y que podemos ser mucho más felices. Creo que en algún momento hay que dar un golpe sobre la mesa o dibujar una raya en la arena y decir que hasta aquí. Que vale ya. Que somos como somos y que no vamos a disculparnos por eso. Que si no te gustan mis michelines embutidos en unos pantalones ceñidos, no mires, oye, que me pienso vestir como me dé la gana, hablar del tema que me dé la gana y exhibir mis opiniones, porque también las tengo.

Pero para eso, señoras, hay que hacer un poco de examen de conciencia también y admitir que muchos de esos conceptos están tan presentes en nuestra cultura que nosotras mismas mantenemos los prejuicios contra las mujeres sin darnos cuenta. Eso es lo más perverso, a veces somos machistas y nuestro peor enemigo. Y no hablo del cotilleo sano, de criticar, que es un deporte nacional ampliamente reconocido que practicamos todos, sin importar el sexo; hablo de otra cosa, de otras posturas que tenemos todas y que sabéis perfectamente cuáles son. Hablo de denigrar, de ensalzar el decoro, de juzgar, de no dar una oportunidad.

Ser mujer no es nada más que tener un cromosoma distinto en nuestro ADN. Eso nos da otras características, pero no nos hace inferiores a nadie. Nos hace pensar de otra manera y es una suerte, porque podemos así complementar el modo imperante de funcionar, eminentemente masculino. Pero para aprovechar todo ese potencial, tenemos que ser feministas militantes, feministas exaltadas, como dice Moran, feministas de verdad, que tiendan la mano otras mujeres, especialmente a las mujeres con las que no tenemos nada en común.

Ese es uno de mis propósitos de este año: reconocer mis ramalazos machistas y darles la vuelta, ser menos crítica y sentenciosa, tener la mente más abierta. Mi propia travesía del desierto femenino se acabó hace unos años, cuando por fin pude estar contenta conmigo misma y dejé de medirme con la vara de medir universal para aceptar que soy como soy y no tengo nada de malo. Y sinceramente, deseo lo mismo para todas las mujeres, pero no después de años de sentirnos mal, sino desde el principio, de saque, porque sí. Eso es lo mínimo que nos merecemos hombres y mujeres y lo que tendríamos que estar buscando todos.

Curiosamente, hace unos días Carol colgó en su blog un vídeo que es parte de este otro, de Jean Kilbourne, llamado Killing us softly, en el que se repasa la imagen que da la publicidad de la mujer. Ya habréis visto que lo colgué en Facebook porque me pareció muy inspirador, muy esclarecedor. Y os lo dejo aquí porque creo que está relacionado con este tema. Prestad atención a los anuncios y a la imagen que nos dan de la sociedad.

8 Comments
  • Anónimo
    Posted at 11:07h, 24 enero Responder

    Lo leí (perdón, deboré también) el pasado verano. Genial, la Moran. Aunque reconozco que hablar de feminismo siempre es difícil… Antes los hombres ganaban el dinero y las mujeres cuidaban de la casa y los hijos. Ahora seguimos haciendo gran parte de estas tareas "hogareñas" pero trabajando 8 horas, igual que los hombres. Por supuesto que hemos avanzado pero, a qué precio? Agobiadas, estresadas, con sentimiento de culpabilidad constante por no dedicar suficiente tiempo a nuestros hijos? Tristemente, la maternidad siempre nos condicionará y nos restará oportunidades en pro de los hombres. ¿Cuántas mujeres se han planteado la temible cuestión de ser madres o hacer carrera? Pues eso, que aún queda muuuuuuuucho camino por hacer.

    B.

    • Paula
      Posted at 15:41h, 28 enero Responder

      Sí que queda camino, pero te diré que yo soy una súper abogada de las mujeres profesionales. Creo que la maternidad no debería condicionarnos para tener el trabajo que deseamos tener. Lo digo de verdad. Creo que una gran parte del problema es lo que tú has dicho, la culpabilidad. Nos educan para sentirnos culpables si nuestros hijos se quedan más horas en el cole o si no podemos dedicarles toda la tarde. Los hombres no. Para los hombres si el trabajo significa que los niños necesitan niñera, se contrata niñera y punto. Y creo que esto es condicionante cultural y social. Lo mismo pasa con la casa. Nosotras tenemos esa necesidad de poner orden y de tenerlo todo recogido. Los hombres, si están cansados, se echan una siesta y les da igual que la casa esté patas arriba o que haya que hacer una lavadora. A nosotras, culturalmente, el tema nos estresa. Nos sentimos culpables por todo, por no dedicarle suficiente tiempo a nada, por no ser perfectas, por no llegar a todo. Los hombres no, porque para ellos no existe la misma presión.

      Personalmente opino que lo primero y lo más importante es quitarnos de encima ese tema de la culpabilidad y reconocer que tenemos recursos (tiempo, concentración y ganas) limitados. A partir de ahí podremos empezar a conseguir cosas. Pero lo más importante es ser conscientes de eso, de que estamos programadas (por la tele, la publicidad, la sociedad…) para pensar que tenemos que llegar a todo y ocuparnos de nuestra familia por encima de todo. Y es mentira. Podemos hacer lo que nos dé la gana. ¿O no?

  • Patrizia
    Posted at 10:19h, 27 enero Responder

    Vaya, vaya, ¿cómo es que no comenta nadie? ¿Será porque el tema es aún "espinoso" y nadie quiere mojarse? ¿O porque la gente cree que ya está todo dicho? Ni una cosa ni la otra, me parece a mí. Según las definiciones que nos ofreces, yo también me considero feminista, porque a ver, solemos ser las mejores de la clase (en el cole, en la uni) y luego, si encontramos un buen trabajo, seguimos cobrando menos que nuestros colegas masculinos (y eso aquí en Alemania, eh?, donde se supone que todo es más modenno), todavía hay que elegir entre niños o carrera (y si se "eligen" los dos, cargamos con complejo de culpa doble), y en cualquier caso hay que ser guapísima y encantadora (en paises como Italia -o, mejor dicho, en su televisión- ésto alcanza niveles ridículos), y muchas mujeres lo hacen ley de vida. Y aún tenemos suerte con respecto a nuestras madres y abuelas, que necesitaban el permiso de su padre/marido para trabajar, abrirse una cuenta o aprender a conducir. Increíble, no? Muchos de estos logros se deben a las primeras feministas, sufragistas y demás que se desgañitaron y fueron contra corriente en su día.
    Ya sé que no he dicho nada nuevo, pero quería dar mi opinión y agradecerte el esfuerzo, Paula. Y el libro lo tengo pendiente hace tiempo! Un beso, guapa sin maquillar ;).

    • Paula
      Posted at 15:45h, 28 enero Responder

      Será porque soy una pesada con el tema y lo he tocado varias veces :^)

      Sí, el tema de la culpa es un horror, es lo peor. Tenemos que llegar a todo y si no, fustigarnos día y noche por ser incapaces de hacerlo. Yo desde hace unos años, paso totalmente. A veces cenamos sopa o leche con galletas porque estoy agotada y no tengo ganas de cocinar. Y no pienso sentirme culpable. Otras veces tengo que tirar de suegros o de horas extras en el cole porque no llego… y la verdad, me parece bien. Los días que tengo más tiempo hago manualidades con los pompones, pero si no lo tengo no me quiero agobiar.

      En todo caso, léete el libro, que te va a encantar. Y luego lo comentamos. Besos mil sin aditivos.

  • Princesa del pesol
    Posted at 10:48h, 27 enero Responder

    Sóc feminista amb síndrome Cosmopolitan i amb fòbia a l'expresió 'el teu marit t'ajuda molt'

    • Paula
      Posted at 15:45h, 28 enero Responder

      Tu, princesa, ets de les persones més feministes que conec, així que res, no cal ni discutir. Però si vols llegir-te el llibre te'l passo i ens anem a inflamar juntes al Vindaloo o a la Tete.

  • Barbara M.
    Posted at 21:30h, 02 febrero Responder

    uy, lo tuve estas Navidades en la manos pero pensé leer antes alguna reseña porque tenía pinta de posible bluff y se me había olvidado por compleyo. Me lo apunto.

    • Paula
      Posted at 23:32h, 02 febrero Responder

      A mí también me daba mucho miedo, pero me lo empezaron a recomendar aquí y allá y finalmente me lancé. Si buscas a la autora en Google hay un montón de entrevistas y te puedes hacer una idea, pero a mí me resultó bastante refrescante y ameno y aunque no estoy de acuerdo al 100%, me parece un buen punto de partida y sus argumentos me parecen bastante válidos. Si te lo lees, luego me cuentas.

Post A Reply to Princesa del pesol Cancel Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.