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Estrellas de tela

Estrellas de tela

Madre mía, cómo pasan volando los días…

Bueno, quería haber escrito antes para deciros que ya sabéis que me marcho de viaje, pero tengo el firme propósito de dejar algún post programado para que no me echéis de menos :^P No prometo nada, que ya sabéis que no soy de fiar del todo y todavía ando dando vueltas con cosillas pendientes, pero intentaré cerrar solo a medias, dejar la persiana a media altura y de vez en cuando contaros algo en diferido. Y si la cosa va muy, muy bien, a lo mejor alguna en directo, pero tampoco lo prometo.

No os puedo contar los nervios, las prisas y los preparativos de estos días, especialmente con las sorpresas que le estoy preparando al pomelo y que, evidentemente no puedo comentar con él aunque me muera de ganas… Se me está haciendo eterno! Por suerte este domingo desvelamos la primera de ellas, que espero que le encante. Os lo contaré por Instagram cuando ya sea vox populi.

Hace ya cuatro años que no vamos a Uruguay, y en ese tiempo ha pasado de todo. Lo principal: la familia se ha ampliado y está en vías de ampliarse más. Y eso por un lado es un motivo de alegría increíble, pero por otro, da mucha pena. Porque uno se da cuenta, más que nunca, de que la vida está hecha, principalmente, de momentos intrascendentes, del día a día, de un café por la mañana, un encuentro fortuito de paseo, una cena, una tradición que se inicia porque sí. No son los grandes momentos de la vida los que nos definen, sino todas esas tonterías cotidianas que nos hacen querer a los que tenemos alrededor, confiar en ellos, tenerlos presentes. Y eso es lo que uno se pierde cuando está lejos de la gente importante en su vida.

Por eso cuando de vez en cuando el pomelo sugiere que cambiemos de país y vayamos a vivir a otro sitio con los niños, a mí se me hace un mundo y le digo que no. Entiendo perfectamente que sienta esa inquietud y que le parezca que puede ser una aventura volver a empezar en otro sitio, pero, qué queréis que os diga, el corazón me dice otra cosa, me asegura que no le puedo hacer a mis hijos lo que yo he vivido y sufrido en carne propia. Y no, no me malinterpretéis, no creo que sea malo cambiar de país, ni yo tengo ningún problema con mi nuevo lugar en el mundo. Es solo que el precio, para mí, es alto, especialmente cuando la distancia es tan grande que te impide ser una presencia habitual en las vidas de los demás.

Así que este viaje, que es una alegría increíble, tiene también su regusto amargo. Mi tía María, al despedirse del pompón friki hace unos años, cuando era un bebé, me dijo: «La próxima vez que lo vea, ya irá a la escuela». Y es tan cierto que pone la piel de gallina. Cuando hay pompones alrededor es cuando notas que los años pasan y la gente cambia y crece.

Pero bueno, aunque esté un poco filosófica, la verdad es que estoy encantadísima, con muchas ganas de que llegue el día D y de abrazar a mis tíos, a mis primos, a mi abuela y a mis sobrinos.

Mientras tanto, sigo con el adviento viento en popa (hoy hemos patinado sobre hielo, aunque si nos seguís en Instagram ya lo sabéis!) y también andamos haciendo manualidades sin parar. En este caso no es con pompones, sino una cosilla que empecé a hacer el año pasado para aprovechar unos retales y me gustó tanto que ahora es parte indiscutible de la decoración navideña (y de todo el año!)

De hecho, casi me da vergüenza deciros cómo se hacen, porque es evidente y bastante fácil, pero bueno, el blog no se escribe solo, así que os lo cuento…

Lo primero que tenéis que hacer es buscar la forma que queréis que tengan vuestros adornos. Full disclosure: yo las busqué en las autoformas de Word y luego las modifiqué un pelín para que tuvieran una forma no tan perfecta. Corté el papel y lo usé para cortar la tela: dos piezas especulares como las que veis en la imagen.

Luego solo hay que coser ambas partes, con los derechos encarados (se cose del revés) y dejar un pequeño hueco para darle la vuelta a la pieza y rellenar. Podéis coser a mano o con la máquina, pero no olvidéis hacer un buen pespunte en los bordes de vuestra abertura para poder darle la vuelta con confianza.

Antes de dar la vuelta, tenéis que practicar unos cuantos cortes en todos los ángulos que tenga vuestra figura. Los cortes se hacen perpendicularmente a la costura, llegando lo más cerca posible de ella. Si hacéis una figura con curvas, como el corazón, hay que practicar cortes en todos los lados curvos, a poca distancia, entre medio centímetro y un centímetro. Así la tela no tira y queda mucho mejor.

Ya solo tenéis que dar la vuelta a la pieza por la abertura que habéis dejado y rellenarla con un poco de guata, retales de tela o algodón. Cerráis la abertura con un punto invisible (juro que os haré un tutorial de punto invisible, que me costó pillarlo y es súper resultón) y podéis coser una cinta si queréis, para colgarlo del árbol.

El toque final son dos botones, uno a cada lado de la figura, de un color combinado. Lo coséis en el centro de la figura y ya la tenéis.

Yo las he hecho para colgar en el árbol, pero las veo más chiquitinas para decorar un paquete o con caritas y un cascabel dentro para regalar a los niños en una reunión familiar. Si las hacéis más sencillas (sin darles la vuelta) con una tela que no se deshilache o con una tela basta que se deshilache bastante, puede ser una buena actividad para hacer con pompones.

Pasaré por aquí para despedirme antes de irme, os lo prometo. Pero hoy vamos a desearle un muy buen viaje también a Marta, que se marcha ya de ya! Que os lo paséis muy bien!

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6 Comments
  • orange/chocolate
    Posted at 09:49h, 13 diciembre Responder

    Uf, Paula. de vegades, sento vertigen quan penso en com de ràpid passa el temps.
    Imaginol'emoció que sents davant d'auqest viatge, cada cop més proper. Petons

    • Paula
      Posted at 14:18h, 13 diciembre Responder

      Sí… de vegades mires al teu voltant i flipes de la velocitat a la que es mou tot, no? Molts petons per tu també!!!

  • Patrizia
    Posted at 10:06h, 13 diciembre Responder

    Tus adornos, como de tienda. Tus palabras, muy acertadas. Yo que también estoy lejos (pero no tanto) noto una barbaridad cómo pasa el tiempo, sobre todo en/con niños, y lo que más echo de menos son precisamente esos momentos tontos del día a día, tomarse un café con alguien, irse de compras (aunque sea 1 hora y contra reloj), visitar a alguien espontáneamente… en fin. Y me imagino tu atacamiento, fiestorro y viajorro juntos, y encima aún nos escribes! Un besazo a tu chico el lunes 😉 y que no te dé un síncope.

    • Paula
      Posted at 14:23h, 13 diciembre Responder

      Sí, es verdad, también duele un poco al revés. El otro día el pomelo me decía que le gustaría que los pompones mantuvieran el contacto con su familia uruguaya y yo le decía que es difícil… porque sin ese día a día, es una familia a la que vemos de vez en cuando, no la familia con la que te peleas y no te soportas el día de Navidad pero sin la que no puedes vivir.

      El lunes un besazo al pomelo… y uno para ti!!! Ya os cuento todo a medida que vaya pasando, que os voy a echar de menos un montón estos días.

  • Sònia de Entre Harinas
    Posted at 10:05h, 21 diciembre Responder

    Cómo? Perdón?cuándo me perdí esto?ampliación de familia? Paula,ahora sí que ya estás en el top 10 de mi lista de heroinas!que digo 10,100!y yo que con dos mo hago ni un cuarto de lo que haces…felicidades:) Disfrutad de este maravilloso viaje y felices fiestas!

    • Paula
      Posted at 08:21h, 14 enero Responder

      No, no, nena, ampliación de la familia extendida, he tenido sobrinos que no conocía hasta este viaje. Sobrinos segundos, pero para mí como si fueran sobrinos directos, vamos. A ver si vuelvo a pillar el ritmo y quedamos un día. Besitos!

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