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Bolsas de carbón de Reyes

Bolsas de carbón de Reyes

Todos los años me porto un poco mal. No mucho, y es todo premeditado, no te creas, pero lo suficiente para que el día seis de enero por la mañana haya un cuenco o una latita o una bolsa a rebosar de carbón de azúcar.

Los pompones se mueren de la risa cuando ven que hay carbón para mí también, y no me creen cuando les digo que me he portado mal a propósito. Pero es la verdad.

Todos mis defectos, mis ratos de mal humor, mis respuestas salidas de tono… forman parte de un plan maestro para acabar con las existencias de carbón de azúcar en Oriente.

Y es que no me puedo resistir al carbón que se deshace en la boca y te la deja teñida de negro durante horas. El carbón que comes mientras montas Lego o lees las instrucciones de algún aparato o algún juego de mesa y que es la parte principal de tu dieta varios días, mientras juegas sin parar con tus regalos y miras películas ñoñas non-stop intentando no pensar que se acerca, traicionero, el día en el que habrá que volver a la normalidad.

Y para mantener esa ilusión de días largos de juegos, risas, escapadas a buscar pilas y pocos cambios de postura porque sentado en el suelo es como mejor llegas a todos lo que has abierto y esparcido por el comedor, hace unos días me decidí a hacer el carbón yo misma. Que es un poco de trampa, ya, pero forma parte de mis malas obras para recibir más carbón el día de Reyes. Soy maquiavélica.

Hacer carbón es fácil, pero laborioso. Tienes que estar ahí, junto al cazo del almíbar, removiendo sin parar y mirando fijamente el termómetro, o haciendo la prueba de la bolita dura (me encanta ese nombre) hasta que todo esté muy pero que muy caliente. Pero realmente no tiene secreto y es mucho más sencillo de lo que parece.

Te iba a dejar una receta, pero mi amiga Xènia tiene LA receta en su blog y lo explica paso a paso con todo detalle, así que ve a leerlo allí. Ella hizo carbón de colores, pero yo soy muy clásica y lo hago siempre negro, porque me gusta sonreír o sacarle la lengua a alguien cuando tengo la boca llena de carbón.

Lo que sí hice fue unas bolsitas para ponerlo. No sé muy bien por qué, porque dura un suspiro y a estas alturas diría que no queda casi nada. Pero queda más bonito.

Necesitas:

Tela de arpillera o cualquier tela un poco basta y rígida, tijeras, aironfix o cualquier otro plástico adhesivo, pintura para tela o acrílica, pincel, máquina de coser o remalladora.

Corta un pedazo de aironfix y dibuja tu motivo en la parte trasera, la del papel. Ojo, porque si quieres poner texto lo vas a tener que poner del revés. Con una tijera y mucha paciencia, recorta el motivo y deséchalo. Lo que nos importa es tener un pedazo de aironfix con un agujero con la forma del motivo. Esto se llama «reserva».

Corta la arpillera en un rectángulo que se pueda doblar a la mitad y formar una bolsa. Es decir, un rectángulo muy largo. Dóblalo a la mitad y pégale encima el aironfix.

Como la arpillera es una tela muy suelta, con una trama floja y llena de agujeritos, no está de más que por detrás le pongas un plástico, un poco de papel de periódico o incluso papel de cocina, para absorber el exceso y que no traspase.

Ahora pinta con la pintura y el pincel. Puedes usar un pincel de estarcido si te va mejor, pero con un pincel normal sale muy bien si tienes la precaución de pintar siempre desde fuera hacia dentro.

Deja que se seque, retira el aironfix y ya puedes pasar a la máquina de coser.

Yo hice las bolsitas totalmente cerradas, porque me parece que son mucho más divertidas, pero puedes cerrarlas por tres lados (incluido el del pliegue, que ya viene cerrado de serie) y acabar atando el lado abierto con una cinta. Cierres como cierres, acuérdate de poner el carbón dentro primero.

Como la trama de la arpillera es muy flojita y se deshilacha todo, yo cerré las bolsitas con la remalladora. Puedes hacerlo con un zigzag en una máquina normal, o con una costura recta bastante lejos del borde, que luego puedes deshilachar a propósito.

Cose los lados que quieras coser con el estilo que tú quieras y ya está.

Ojo, eso sí, con el carbón y la cantidad de polvo que suelta. Muchas veces, los carbones comerciales vienen envueltos en una bolsita de plástico precisamente por eso. Yo paso de la bolsita de plástico, me encanta que suelten polvo y que vayan dejando rastro, parece carbón mucho más auténtico.

Puedes usar las bolsitas de carbón para repartir espíritu navideño, si quieres. O quedártelas solo para ti. Hacer una para cada miembro de la familia con una lista humorística de las cosas en las que han metido la pata este año… No sé. Cualquier motivo es bueno para comer cantidades ingentes de carbón de azúcar. Solo hay que ser un poquito malo y pensar en ellas.

2 Comments
  • MyLittleDolçCorner
    Posted at 10:20h, 18 diciembre Responder

    Ains, qué ilusión ver mi recetita en tu blog. Mil gracias.

    Yo para este año me agencio tus bolsitas, ¡pero ya!

    Un Petó.

    • Paula
      Posted at 09:28h, 24 diciembre Responder

      Es que es una receta genial y está MUY bien explicada, guapi. Un besote enorme.

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